miércoles, 18 de febrero de 2015

Y la Vida Va...

Mirá la imagen. Son cuatro hombres. Rober de 25, David de 24, Javi de 23 y Fernando de 22. En las vísperas de Navidad se sacaron su foto con el cachorro de la casa. Con Rainbow , de 15 años.
























Mis hijos y mis sobrinos son cuatro hombres hermosos y prometedores. Recién empiezan con su vida. Rainbow ya ha partido. El ya era viejo. Pero de la foto, de la foto no señor, de ahi nadie nos saca a Rainbow. Ahi se va a quedar por siempre. Cachorro.

Recuerdo como jugaba ese cachorro. Ladraba enloquecido cuando los primos buscaban la pelota y se improvisaban una picadita. Era el momento de encerrarlo en casa porque Rainbow siempre era el primero en agarrarla y llevársela lejos. Y asi no se vale, mamá.

Cuando  Manuel, llegaba del trabajo, el mundo se detenía para este labrador bebote que corria a sus brazos  sabiendo que iba a ser alzado como un niño para recibir gritos de cariños y caricias.

Fue muy graciosa la primera vez que Rainbow entró a la pileta. Mientras su hermana Belen nadaba como perrita desinhibida y feliz, él se quedaba parado en puntitas de pies sobre sus patas traseras y nos miraba con un terror pánico que nos llenaba de ternura. Fue un momento mágico que vivimos mi hermana Renée y yo, cuando hicimos lo que estaba prohibido a los niños, nos metimos a la pile con los perros.

Rainbow bailaba como nadie. Una bonita canción en la radio, una Renée que invitaba y un labrador moviendo su cuerpo grandote y desgarbado al compás. Una cocinaba, otro esperaba un bocado de regalo. Ambos bailaban.

Era un perrito totalmente familiarizado con el collar isabelino porque sufría mucho de infecciones en las orejas. Pero como buen perro dulce y resignado, llevaba su collar con una naturalidad que te hacía sonreír, chocando por todos lados pero sin quejarse y sin dejar nada de lo que tuviera planeado hacer como recoger medias del piso y traértelas al living.

A Rainbow le tocó en suerte una familia movediza. Pronto se trasladaron a Buenos Aires. Y empezó el romance íntimo y personal entre Rainbow y Roberto. Las rutinas cambiaron, ya no había patio. Las caminatas diarias de estos dos amigos se convirtieron en rituales de una profunda comunicación, de una particular relación entre humano y animal. Algo que pocos logran, perdiéndose así una de las experiencias mas increíbles.

Cuando Rober partió, llevaba a cuestas un corazón con un agujerito. Ya no volverían esos paseos de solo dos.

Asi Javier toma la posta, mientras los años empiezan a pasarle factura a nuestro cachorro que ya es viejo. Y ambos, codo a codo, deciden darle batalla a la vida. Tratamientos, veterinarios, dietas especiales, caminatas cada vez más lentas. Sin embargo, llegabas a su departamento y te topabas con una mirada fija en la puerta, llena de felicidad y amor. Rainbow recibía a su Javi.

En el último viaje que mi hermana hizo a Buenos Aires, me contó que transgredió todos los límites. El viejo Rainbow ligó todo tipo de manjares siempre prohibidos para él. ¿Es que hay cosa que ame más un perro que engullir cosas ricas?. Ese intercambio entre ellos...yo lo presencié. Toda una ceremonia donde Rainbow se sentaba prolijamente, se quedaba inmóvil excepto su cola que se agitaba a más no poder, daba su patita y se excitaba cuando Renée le decía: Quien te quiere! Quien te quiere!

No hay una fórmula para despedir. Nadie la tiene. Cada cual realiza un recorrido personal con lo que puede. En principio pareciera que despedir a los ancianos es más fácil. Pero la idea de anciano que tenemos las personas no es quince años, ni siquiera veinte. Y es lo que nos atrapa desprevenidos a los que tenemos perros o gatos como miembros de la familia. Cuando tus perros se criaron con tus hijos, el camino se hace aún más difícil. Ellos pierden un amigo entrañable, siempre presente.


En mi caso personal, que soy particularmente negadora, decido volver a la foto del principio. Me quedo con esos cinco cachorros posando para la cámara. Despreocupados, felices, con toda la vida por delante. Ni la muerte puede sacar a Rainbow de esa imagen. Así es como la burlo.

Nuestros niños, hombres. Nuestro Rainbow, viejo. Un camino que continúa y otro que se termina. El que continúa tiene un nuevo caminante que no es ya de este mundo. Pero que sin dudarlo, se suma a las otras pisadas. 


Y la vida va...


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