viernes, 4 de julio de 2014

La Despedida

Podría decirte que las despedidas son siempre feas. Y creo que estarías de acuerdo. A nadie le gusta despedir a un ser amado. Aunque sepas que lo podés volver a ver, las despedidas son siempre feas. Implica una distancia que de repente aparece entre tu vida y la del objeto de tu amor.Un espacio vacío y frío.

July
Después regresás a tu casa y empezás a encontrar los "rastros". Como si fuera un caminito que te lleva solo a la melancolía. Qué aquí estuvo comiendo, que allí estuvo sentado a mi lado, que esa era su manta preferida.

Pero yo no puedo decirte que mi despedida de hoy es fea. No sabés cómo quisiera decirlo. Porque mis ojos lloran...pero mi corazón sonríe. Es que July ha encontrado su hogar.

July fué un desafío desde el momento en que Andrea la rescató. La encontró deambulando por la calle llorando sin consuelo.  Andrea la volvió a rescatar de un adoptante que no la quiso porque no ladraba, y la encontró en un rincón  haciéndose bien chiquita, buscando ser invisible.

Sin más referencia que su carita de miedo, su cola entre las patas, su mirada esquiva...nos lanzamos a rehabilitar a July. Estuvo unas semanas en casa de Andrea y luego llegó a nuestro hogar. July era un misterio que sólo se revelaría en la despedida.

Uno de los misterios era saber si era agresiva. Pero tanto Andre como yo tenemos gatitos y otros perros y esa prueba la pasó con total autoridad. July era exactamente todo lo contrario, era la timidez con cuatro patas.

La segunda incógnita era si la podríamos rehabilitar para que se adaptara fácilmente a un hogar normal. Después de una noche de llanto desesperado, logramos, cucha junto a nuestra cama mediante, que empezara a sentirse un poco segura, que se relajara.

El transcurrir de los días le permitió mover la colita suavemente, jugar sin complejos con nuestra Rosita, compartir el alimento sin gruñir e instalarse en el sillón como una más de la manada. Y los días se convirtieron en semanas.

Cuando fuimos a vacunarla el vete nos indicó que July no tenía características de maltratada físicamente, sino más bien era el caso de un perrito a quien ignoró todo el mundo desde el mismo dia que nació. July no se volvió una perrita salvaje, se volvió una perrita que piensa que no tiene derecho a estar en este mundo. Y no, July no era muda.

El misterio nuevo entonces era, ¿Lograremos hacerle cambiar de idea? ¿ Ladrará alguna vez?

Ha pasado un poco más de un mes que nuestra July se convirtió en una más en esta casa. Consentida, cuidada, mimoseada, ella logró que estas semanas se hayan pasado como si hubiesen sido dos o tres días. Se integró con normalidad dentro de estas cuatro paredes aunque la puerta abierta la hacía temblar de miedo cada vez. ¿ Qué pasaría entonces cuando debiera traspasar esos límites?

La mirada de July
Esta tarde partimos con Andrea. Íbamos llenas de interrogantes. Ilusionadas pero con mucha precaución. En el asiento de atrás July nos miraba con esos ojitos expresivos que siempre hablan de miedo. El peor de los miedos, el miedo a la nada. Algo que ella bien conoce.

¿ Lo lograría nuestra July? 

Pero volvamos a las despedidas. Las que son feas "casi" todas. Porque ésta no lo fué. Esta despedida fue justamente la que develó todos los misterios. La despedida nos trajo la clave.

No se trataba de que July lo lograra o no. Se trataba que ella estaba esperando. Esperando sentir que estaba en su lugar, en el extremo opuesto a la nada. Esperando a alguien. Alguien que le hiciera levantar su colita en pocos minutos, que la llevara hacia sus manos a recoger su galleta, que la relajara hasta casi dormirse.

En menos de un hora en su hogar definitivo, los perros del vecino empezaron a ladrar.

Fué cuando en menos de una hora, July ladró.






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