miércoles, 12 de agosto de 2015

Vamos caminando, Palomita

Palomita llegó a casa hace una semana. Es una perrita muy pequeña, cachorrona aún. No podemos decir por qué, pero sí sabemos que ella llegó con dos serios problemas: tristeza y miedo.

Palomita en su rincón
Un cachorro de esa edad es un perrito que hace pozos, come plantas, roba medias, muerde zapatillas. Es un perrito que se mueve constantemente, que juega, que reclama la atención de todo el mundo. Palomita era todo lo contrario al llegar. Encontró en un rincón el lugar ideal para instalarse sin mover ni una pestaña cuestión de no llamar la atención. Y si te le acercabas, se hacía chiquitita chiquitita con la ilusión de no ser registrada.

Los dos primeros días, la inmovilidad fue casi total, aunque a su favor debo decir que para hacer sus cosas, y solo para éso, se levantaba e iba al patio para volver a mil por hora antes que alguien la atrapara. Al tercer día empezamos a escuchar ruidos nocturnos. Una extraña actividad se hacía oír desde la planta baja, en la quietud de la noche. Encontré por la mañana una cucha llena de medias desparramadas. Entonces la descubrí: Palomita jugaba mientras todos dormíamos.

En la cuarta noche, los ruidos eran, como decirte, más estridentes. Había más movimiento, más actividad allí abajo. Pero no pude deducir cuál era el cambio.

Muchos saben que yo tengo una perra llamada Rosita, a quien la hemos titulado "Licenciada Rosita" porque tiene un extraño don para rehabilitar perros. Como que se comunicara de alguna manera y comprendiera exactamente, el tratamiento a aplicar en cada caso. Y lo aplicara.

Ayer, estuve toda la mañana afuera y al regresar, Palomita me esperaba moviendo la cola.

Poco después, desde mi cocina, observaba disimuladamente cómo  se movía por el comedor con cierta comodidad. Iba y venia sin parar, relajada, como buscando algo lindo. 

Cuando Rosita fue hacia ella lo comprendí. Se trenzaron en una lucha de juegos que duró largos minutos en los que yo miraba sin poderlo creer. Un juego que evidentemente, no era nuevo para ellas. Palomita se ponía de panza mientras la otra le mordía las orejas con la confianza de quien no lo hace por primera vez. 

Hace una semana, Palomita llegó con dos serios problemas: tristeza y miedo.

Ayer la tristeza se fue para siempre.

Vamos caminando, Palomita





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