domingo, 21 de diciembre de 2014

La Parte Difícil


Cuando Gilda pedía un hogar transitorio para Esperanza, me tiré a la pileta sin saber si tenía agua. Esperanza era una perrita totalmente paralizada por las secuelas del moquillo. Y yo no tenía experiencia. Sin embargo era un pedido por 15 días y era urgente. Así llegó Esperanza a nuestro hogar.

Las dos semanas se hicieron tres meses, y escribo ésto con Esperanza echada a mis pies. Tal cual empezamos, sólo que ahora lo hace porque quiere, de puro pegota que es.

Cuando la conocí, no solamente estaba incapacitada para mover sus patas sino que hasta el cuello tenía rígido. Su mirada, sin embargo, iba y venía sin cesar, como explicando la vida que había en ella, como afirmando  su "Aquí estoy" tan particular.

Ella estaba postrada en su cucha, cual  muñeco de trapo que adquiere la postura que le pongas, sin ofrecer resistencia, sin vida propia. Y la verdad es que no teníamos fe en casa. Todo era piedad, todo frustración, todo amor. Pero fe... fe poca.

La llevaba para todos lados como si fuera un bebé, se convirtió casi en una prolongación mía. Hasta selfies nos sacamos mientras navegábamos por internet. Ella ni siquiera emitía un sonido. Se dejaba balancear para todos lados casi sin entender. Por la falta de ejercicio natural, sus patas traseras se veían cada vez mas delgadas. Los masajes no podían faltar a diario, esas patitas no se debían atrofiar.

Esperanza postrada
Emitía sonidos. Especialmente al momento del pis o la caca. No quería hacerse encima, entonces avisaba para que la levantáramos. Y luego los sonidos se convirtieron en gemidos más poderosos para llamar la atención y sacarse, quizá, una nueva selfie.

Teníamos un arma secreta, la Licenciada Rosita. Nuestra perra mestiza que pareciera tener un don para rehabilitar perros en problemas.   Rosi es una perrita que nunca se da por vencida, por eso los juegos no se hicieron esperar. El estímulo que ella de daba, era algo extraordinario de ver.Pero era difícil poner fichas aún a Rosita. Esperanza no se movia. No se movía, no se movía...

Le costaba mucho conciliar el sueño, entonces Angel le armó una cucha nocturna junto a un colchón donde él dormía. Y la escuchabas lamentarse vaya Dios a saber por qué dolor o molestia, agitando la cabeza de manera espasmódica hasta que finalmente los masajes la relajaban para poder dormirse, con un pañal que odiaba.

Poco a poco, Esperanza se instalaba en nuestros corazones.

Un día por casualidad, noté un movimiento voluntario de una de sus patas. Y no me quedé tranquila hasta que mi hijo lo verificó, porque mis ojos no podían creer lo que veían. Y ése fué el comienzo. Adriano no se hizo rogar con su carrito milagroso, y aunque ella se quedaba estática como impresionada, al menos estaba en una posición más normal. Y en pocos dias...ese carrito pareció adquirir vida propia, ese carrito empezó a moverse.

Partió Esperanza a casa de Hilda por el segundo mes, para permitirme la recuperación del brazo izquierdo que a fuerza de levantarla tanto, se veía cada vez más afectado. La gorda pesa lo suyo, debo decir...
No la extrañamos tanto, porque sabíamos que regresaba. Y teníamos noticias de ella constantemente. Pasado ese mes, Esperanza volvió a ser parte de esta familia. Y ya volvía una perrija como si se hubiese ido de viaje por unas semanas. Y venía caminando .

Este tercer mes ha sido de avance tras avance. Que si caminaba sobre la cerámica sin resbalarse, que si bajaba el escalón de la cocina, que si se subía al sillón sola, que si llegaba al primer piso por sus propios medios, que si corría al patio siguiendo la invitación al juego de Rosi.

Y estos avances iban paralelos a otro, uno que era como una energía envolvente que te iba cubriendo el corazón y que te empezaba a susurrar: Esperanza es tuya

En tres meses, Esperanza pasó de ser una candidata a la eutanasia a una perra normal de un año que busca su hogar definitivo.

Y acá viene la parte difícil.

Porque Esperanza no es tuya.

Y sí...la cuidaste como a un bebé, te sabés de memoria qué pastilla le corresponde en qué momento, abris las piernas mientras cocinás porque ella está en el medio y no se quiere mover de ahí, le acariciás una pierna ya sana y le hacés inconscientemente su ejercicio; como sube las escaleras le instalaste una cucha junto a tu cama; el "beso a mami" te lo da a vos; son tus fotos, son tus videos, es tu cucha, es tu casa.

Pero viene Tere y te dice con naturalidad: " Hay que empezar a publicarla para que encuentre su hogar" Y nada, pero nada de lo que hayas vivido con Esperanza, se te hace más difícil que tener que aceptar ese hecho. Y palabras tan sencillas y ciertas, te saben a hiel, a pura hiel.

Pigmalión fué un rey de Chipre que esculpió la estatua de una bella mujer a quien llamó Galatea y de quien se enamoró. Afrodita, conmovida, le dio vida a la estatua. Y me resulta muy fácil creerme Pigmalión, porque en mi caso no necesito a Afrodita. Esperanza es una perrita real y vital. Y me ama. Pero no soy Pigmalión. No fui yo quien recuperó a Esperanza. Fueron sus deseos de vivir y su voluntad conmovedora. Yo apenas he sido una compañera de ruta. 

Y ahora Esperanza tiene que partir . Tiene que encontrar su hogar para siempre. Y yo tengo que buscarlo por ella. ¿Sabrá alguna vez, mi bella Esperanza, la prueba de amor que le doy al ofrecerla? 

Mis miedos de no poder estar a la altura de las circunstancias de Esperanza, fueron infundados. No fue dificil, no fue trabajoso, no fue desgastante. Se trató de una sucesión de éxitos que llegaban casi a diario.

Pero me olvidé de la parte dificil.

Siempre me olvido.




NOTA: Para adoptar a Esperanza, llamale a Tere 2616521888



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