martes, 13 de septiembre de 2016

Para que llegaras a mi

Hasta tu cucha llega el sonido de galletitas mañaneras. Te levantás bruscamente como es habitual y llegás a la cocina moviendo la cola. Te la acerco, la pongo delante de tu ojo izquierdo para que la puedas ver y listo, ha empezado el  desayuno en la casa. Brillan tus ojos extraños mientras volvés por la segunda. Te miro y te amo.

No fue fácil para vos llegar a mi vida. Ya lo se mi amor. Pero hoy solo estoy pensando en eso.

El año 2013 empezó muy mal para vos y tus hermanos de la calle. Todo parecía un caluroso día de verano como cualquiera cuando esos sujetos les prestaron atención. El líder se hacía llamar "El Diablo". Y lo era. Lo era.

La paliza no se hizo esperar. Una paliza salvaje a la inocencia. Un horror. Ya no podías ver, ya tu cara se deformaba, ya tu cabeza parecía estallar. Quietamente junto a Nari, tirados los dos, esperando que la muerte les quitara el dolor.

El domingo seis de Enero de 2013 traía otra vez un atardecer caluroso, aunque vos  ya no estabas allí. Te habían rescatado. Pero en las cercanías de  la Estación de Servicio de Mathus Hoyos y Mitre de Bermejo, a eso de las ocho y media de la noche, se empezó a oír un murmullo.

Apagado, suave, diferente. Un murmullo formado por decenas de murmullos. Inquietante, decidido. Cada uno que acudía murmuraba, y mientras lo hacía dejaba a un lado los rencores, las diferencias, la competencia, las individualidades, el ego. Y de esa manera al llegar, el murmullo se había convertido en un solo grito.

Yo no sabía que eso estaba ocurriendo para que llegaras a mi. 

El grito se hizo grande y hasta el mismo diablo se asustó como buen cobarde que era. Insultó, amenazó....pero los murmullos ya no tenían marcha atrás, ya se habían convertido en grito. En aquel entonces, te llamabas Marroncita. Y muchos de aquellos murmullos estivales te están reconociendo con ese nombre en este momento.

Estabas ciega, tenías daño neurológico y el terror se había apoderado de todo tu ser. Tan gentil que sos mi Mila...cómo pudieron dañarte así... Cuando llegaste a casa en tránsito eras como una estatua aterrorizada. Un ser que solo quería ser invisible. " No llames la atención", "Que nadie te vea", "Ni te muevas" . Y al acariciarte, tu cuerpo se contraía de puro miedo. En un rincón de la cocina, paralizada, la mirada hacia el costado, llorando de a ratos.

Después de comer las galletas intercambiaste cucha por sillón. Estás hecha un bollito aunque estamos en primavera, levantás la mirada cuando me ves acercar. Te voy a acariciar. Lo sabés. Tu cola se mueve con suavidad. Estás tranquila, te sentís segura, conocés el amor.

Posiblemente "el Diablo" haya sido una de las primeras personas a la que le pintaron los dedos por maltratar animales en Mendoza. Los medios se hicieron eco, y se habló mucho de tu desgracia. Yo sonreía al leer las noticias por acción tan bella que tuvieron esas personas y sus murmullos despojados de todo defecto. No sabía que lo habían hecho para que llegaras a mi.

Cada tanto les cuento a todos de vos. Y se ponen felices con tus noticias. Mila la ex Marroncita. Mila Milanesa como te dice tu vete. Nuestra niña mimada, la intocable, el personaje, la imprevisible. La adoradora del sol. La que tiembla por el frio. La que ahora recibe a las visitas. Perrita buena. Mi perrita.

Se posa en el respaldo del sillón nuestro Gino, el gato cachetero de la familia. Te provoca el ladino. Sabe que es tu sueño atraparlo algún día, sabe que nunca lo vas a lograr. Porque no lo podés ver con claridad. 

Como buena perrita inteligente, dejaste atrás tus dolencias rápidamente. No te decimos ciega, te decimos chicata. No te decimos "con daño neurológico", te decimos tontona. Eso lo superaste pronto. El miedo fue otra cosa. A ése costó trabajo vencerlo.



Te masajeo la cabeza porque te encanta. Te estirás toda con modorra. Tus ojitos entreabiertos. Pienso y pienso. Recuerdo. Y tu tibieza se convierte en murmullo. En muchos murmullos en realidad. Que un día de enero de 2013, dejaron al llegar sus  rencores,sus diferencias, su competencia, sus individualidades, su ego. Y se convirtieron por eso, en un solo grito.

El grito que hacía falta para que llegaras a mi.



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