miércoles, 15 de octubre de 2014

Los Malvones

Malvones amarretes
Con la llegada de setiembre, empezás a ver los malvones florecidos en todos los jardines. Yo amo a los malvones, será porque mi vieja tenía muchos en sus macetas en mi casa natal. Mis malvones son vagos, no arrancan hasta octubre. Flores por todos lados, el verde dominando en mi jardín.

Asi estaban mi malvones vagos cuando Esperanza llegó a casa. Ella tuvo moquillo nervioso, y quedó totalmente paralizada en sus cuatro patitas en un proceso perverso que le iba quitando cada habilidad natural sin prisa pero sin pausa.

No se movía por sus propios medios. Sus cuatro patitas estiradas e inertes, su cuello rígido. Esperanza en su cucha, como si fuera una plantita. Si nunca te topaste con un caso asi, no te imaginás las cosas que te produce verla. Porque uno diría: ¿qué es un perro que no se puede ni mover? Nada. Y te estarías equivocando. Porque es TODO. Es una perrita que no llega al año, es una cachorrona, toda su naturaleza le grita la de cosas que tiene que hacer, es el movimiento en la máxima expresión en esta etapa de su vida, el movimiento que no llega. Y ella solo puede mover sus ojos.

Hicieron un pozo dentro de una acequia de tierra, la pusieron allí y la cubrieron con hojas. Así estaba cuando la gente de la SMPA la rescató. Solamente era necesario que empezara a correr el agua para que el "problema" quedara resuelto definitivamente.

Las chicas de la SMPA se enfrentaron pronto a otra disyuntiva: dormirla porque "asi no va a poder vivir". 
Y fácilmente dijeron: N más O...: NO.

Y entonces Esperanza se convirtió en mi tránsito. Mientras yo renegaba por mis malvones, Esperanza empezó a ser parte de mi hogar.

Fuertemente medicada nuestra misión era el estímulo. Que saliera de la apatía, que tuviera muchas ganas de moverse, que empezara a trabajar en rehabilitarse. Con la ayuda de nuestra Rosita, perra juquetona si las hay, aceptamos el desafío. Pero una de las cosas que te produce verla asi, es escepticismo por su recuperación. Perdés fácilmente las esperanzas viéndola tan inerte, todo el dia.

Con el transcurrir de las semanas, mis malvones ingratos empezaron a darme flor. Ni ellos podían safar de la primavera, avasallante como es. Y tercos como son, no tuvieron otro remedio que satisfacer mis deseos. 

Como si no se quisiera quedar atrás, nuestra Esperanza se empezó a mover. Primero una patita tímida...luego la otra...Primero una cabeza que giraba para mirarnos, luego una cabeza que se mueve al compás de todos los movimientos de casa. Primero la pata trasera que asienta bien en el piso, luego la misma pata haciendo fuerzas para elevar su cuerpo.

Flor a flor, malvón a malvón, Esperanza siguió su ritmo. Y se puso atrevida, y ya empezó a demandar atención a viva voz, y ya empezó a ponerse mañosa. Los juegos con Rosita se convirtieron en rutina, sus sorpresas también. Y nuestra emoción quedó prendida a flor de piel todo el tiempo, porque no habíamos tenido fe.

Pronto llegó la generosidad de Adriano, ese loco de los círculos, que se convierten en carritos. Y nuestra Esperanza se incorporó.

Tímidamente al principio, atrevida ahora. Y con el carrito, un nuevo cambio, las patas de atrás que se agitan torpemente, sin coordinación, pero con la obvia intención de moverlo.

Su cuerpo cada vez es más flexible y le empieza a hacer caso. Sus piernas delanteras cada vez más sostienen su peso. Está dejando el aullido lastimoso para hacerse oir con verdaderos ladridos. Yo he dejado de llorar de pena por ella, ahora he empezado a respetarla, a admirar su esfuerzo por reponerse, a emocionarme con esos intentos tan grandes. Y a ponerle el hombro, de igual a igual. Como corresponde.

Le queda mucho por recorrer a esta cachorra dulce y sufrida. Ahora se suma Hilda para rotarnos en los tránsitos y luchar mancomunadamente con los kilos de carne macisa que es esta mestiza en crecimiento. Mientras tanto Teresita llega con sus medicamentos, su alimento y sus cariños, semana a semana.

Como mis malvones, Esperanza recién está a medio camino.

A mis malvones los puede la primavera, a Esperanza la puede el amor.





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