miércoles, 16 de octubre de 2013

Cuando la Felicidad Gana


El domingo 13 de Octubre fué un día lleno de ansiedad. Esperanza iba a partir rumbo a su hogar definitivo. No fue un día fácil, nada fue fácil con nuestra galga. Sin embargo, llegaba lo que tanto habíamos soñado. Y como para no perder la costumbre, el día se pintaba de colores agridulces una vez más.

El pasado de Esperanza siempre fué un misterio para todos. Aunque un misterio a medias. Todos sabemos la vida que generalmente llevan la mayoría de los galgos puros en nuestro pais. O cazan, o corren, o crían. Fue Angie al rescatarla, que tuvo un sueño. Uno en el que Esperanza cambiaba su vida diametralmente para siempre. Compartimos en casa ese sueño desde el primer momento. Pero intuíamos que nos podía costar trabajo.

La primer etapa, la que dependía de ella, se cumplió en tiempo y forma. Encontramos una perrita totalmente desprovista de dignidad y autoestima, que se arrinconaba en la casa como pensando que nadie la iba a registrar, casi sin hacer ruido, casi sin notarse. Traía su herida en la pata totalmente ulcerada pero se sometía a las curaciones sin una queja. Eso es lo que ella siempre hizo, someterse.

Pero eso no funciona en la casa de la familia Lopez Mathez. En este hogar de tránsito se trata de consentir, se trata de que cada uno toma su lugar, de recibir amor, de dejarse mimar, de demandar y ser escuchado. Pasito a paso Esperanza lo captó y se incorporó tal cual esperábamos, como un pichicho pepe que en nada se diferencia de los demás. Y en lo que canta un gallo, esta galga hermosa, se adueñó del sillón. Y teniendo en cuenta las dimensiones de la señora, decir adueñarse, es decir adueñarse totalmente. Rosita, nuestra cachorra, la adoptó como tía y Esperanza empezó a jugar todo el día, como si nunca lo hubiera hecho en su vida y ahora le llegaba la revancha. La herida fue cerrando y empezó a apoyar levemente su patita.


Mientras en la mayoría de los casos encontrar un adoptante, ya es un milagro; en el caso de Esperanza aparecieron varios candidatos. La cosa era tomar la decisión correcta, había que asegurar el futuro diferente de la galga. Quienes reunían las condiciones luego no podían avanzar en la adopción, quienes estaban decididos no reunían las condiciones. Esperanza estaba en una etapa de extrema maña, muy a lo perro faldero, muy consentida. No podíamos cambiarle un sillón del living por un patio. Y así en otros aspectos. Pasaban los días y nos empezábamos a preocupar.

Entonces fué que me llamó Ester.

Sencilla, cálida, confiada. Ester quería adoptar a Esperanza. Algo tiene Ester, porque fue hablar con ella a través del teléfono y empezar a sentir, visceralmente, que hablaba con quien tendría a la galguita para siempre. No te lo puedo explicar muy bien. Solo decirte que más conversaba, más me convencía. A Angie le pasó lo mismo y tomó "la" decisión. El domingo partíríamos con Esperanza a averiguar si se adaptaba a ese hogar que la esperaba.

El sábado anterior le robé un lugarcito en el diván y ella apoyó su cabeza en mi regazo. Estuvimos así por horas las dos. En silencio, intercambiando nuestro loco amor, como si fuéramos una sola cosa. Tenía mi mano apoyada en su corazón y lo sentía latir suavemente, una y otra vez. Y cada tanto escuchaba sus profundos suspiros. La TV contaba cosas que ni siquiera escuchábamos. Era el momento que yo estaba atesorando, para que quedara para siempre en mis recuerdos. Y ella era parte de mi proceso con la ternura de quien sabe, de quien otorga.

Y el domingo partimos a Luján. Con el corazón en la mano.

Apareció Ester a recibirnos. Sonreía. Tranquila. Delicada. Franca. Y entonces Esperanza traspasó la puerta de su hogar por primera vez. Se gustaron mutuamente. Se notaba. Ester acariciaba y la galga se pegaba a esas caricias con naturalidad. Se encontró con las dos perritas de la casa. La primera la recibió sin el menor atisbo de preocupación, la segunda, Nerita, nos observaba desde el domitorio, tímida.

Fué un placer conocer a Ester. A su casa bonita ( y totalmente cerrada a escapistas). A sus perritas rescatadas oportunamente de la calle. Esta mujer era claramente una perruquera de las nuestras, las que a menudo andamos cruzando los límites de la "disciplina" para instalarnos con nuestros perros en la zona de las mañas. Al partir, Ester llevó a Esperanza adentro para que no sufriera la separación, pero algo me decía que en ese hogar, ella no iba a sufrir ni siquiera eso. Y lo mío fué mas dulce que agrio. Me despedí de Esperanza rogando que lograra adaptarse al cambio mientras escuchaba como Ester nos agradecía.

Ayer martes, era la prueba de fuego. Ester las iba a dejar solas en casa durante la mañana. ¿ Conviviría con ellas como lo hizo con las mías? ¿Entrará alguna territorialidad en juego al no ser controladas? ¿Se llevarán bien?. El martes el llamado de Angie calmó mis dudas. Esperanza, todo un éxito.

Ester y Esperanza

Lleva tres días de puro afecto. De puro cuidado amoroso. De pura cama. De pura paz. Todo lo que ella es, lo está recibiendo. Tal cual soñábamos Angie y mi familia. Esperanza tiene MAÑAS. Como solemos decirnos con Angie en estos casos: ¡Misión Cumplida!

Angie publicó la foto con la gran noticia. Son dos miradas. No sabés de cuál sale más luz. Me enfoco en los ojos de Esperanza y siento como que me estuviera diciendo: "Gracias madrinas, porque encontraron a mi madre". Y en momentos como éste es cuando yo me desprendo. Y lloro. Es cuando luchan el dolor por la pérdida, y la felicidad.

Y es cuando la felicidad gana.




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1 comentario:

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