miércoles, 28 de marzo de 2018

Borracha de Dolor...Borracha de Ternura

Hace unos dos meses, mi esposo encontró tirada en la puerta de casa una cachorrita desnutrida y se convirtió en su primer rescate perruno. Dejó de ser hogar de tránsito junto a mi para convertirse en rescatista. En pocos días la bautizó y la negrita pasó a ser Sofi.

Hace casi un mes, mi esposo Angel murió súbitamente. Con apenas 59 años.

Angel y Sofi recién rescatada
Sabés cómo se define borrachera?
"Trastorno temporal de las capacidades físicas y mentales a causa del consumo excesivo de alcohol."

Yo conocí entonces la borrachera de dolor. Dolor, dolor y más dolor.
Un estado de confusión y tristeza constante que no cede y que parece haberse instalado aquí para siempre. Un abismo profundo y muy oscuro.

Mi marido se dedicaba básicamente a consentir. Eso era lo que lo definía como esposo, como padre y como hogar de tránsito. Él consentía. Y todos nos dejábamos consentir. Él era la ternura. Debe ser por eso que cuando escucho en la radio una canción dulce, suave, tierna...es cuando puedo llorarlo.

En los días posteriores a la  partida de Angel, Sofi irrumpía en nuestras rutinas quebradas y tristes moviendo la colita como quien tintinea, reclamando atención, regalando besos por todos lados, haciendo esos ruiditos de cachorro tan característicos. Nos robaba sonrisas, distraía nuestra atención, mitigaba la pena. Sin parar.

Me daba un sorbito de ternura cada vez.

Sofi creciendo
Miro a mis hijos, hombres ya, y hay algo que parece haberse ido con la muerte prematura de su padre. Es como un brillo. En cada palabra, en cada gesto, en cada detalle, ese brillo de jóvenes que se comen la vida, de carcajadas fáciles y frecuentes, de discusiones acaloradas de dos generaciones que se enfrentan, de retos de sabiondos a sus padres, de caprichos graciosos casi infantiles, de hijos consentidos.

Yo fui siempre la más consentida. Y como si se hubieran puesto de acuerdo, mis hijos David y Fernando, decidieron que ese era un estado que ellos debían mantener.

Y mientras yo bebía a sorbitos la ternura de Sofi, emanaba de ellos un nuevo brillo. Y empezaron a emborracharme con sus propias dosis.


"Quiero aprender a cocinar", " Bifes para almorzar?...Piola", "Te pongo la mesa?", "Querés que te traiga algo del mercado?", "Estás bien?". "Si querés no salgo y me quedo en casa con vos", "Te ayudo a bañar a la Bijou", "Estoy saliendo", "Yo estoy por la Godoy Cruz". Ternura, ternura y más ternura.

Sabés de qué otra manera se define la borrachera?
"Exaltación que produce en una persona un acontecimiento o situación especial"

Cada palabra, cada gesto, cada detalle se convierten para mi en una situación especial.
Estoy borracha de ternura.

Y entonces aquí estoy. Tironeada por las borracheras.
Una que me empuja hacia el abismo, que pone mi cuerpo como deslizándose hacia abajo, empapado en lágrimas, convertido en mitad. Otra que súbitamente toma mi mano con la fuerza de un gigante y me empuja hacia arriba aunque yo no quiera. Que seca mi cuerpo, que lo completa otra vez.

Yo digo que fue Angel quien se encargó de todo. Digo que trajo a casa a Sofi unas semanas antes de morir para que su ternura me emborrachara, Digo que crió estos hijos soñados que me ha dejado para que su ternura me emborrachara. Yo digo que fue él y solo él quien dejó todo debidamente establecido para que llegado el momento, yo comprendiera que no es en el fondo de ese abismo oscuro donde él está, sino precisamente... en la luz.

En la luz de la ternura.



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