sábado, 11 de mayo de 2013

Angie

La vida es una serie de caminos que parecen nunca terminar. Caminos que van y vienen, que se cruzan por algunos instantes, que surgen y que desaparecen. Los caminos nunca vienen solos, cada uno trae algo consigo.

Cuando la cucha vacía de Homero se me hizo tan dolorosa y busqué la forma de ocuparla, se abrió un nuevo camino en mi vida. Lentamente se fué definiendo como una imagen borrosa que poco a poco se aclara. Llegaba un nuevo camino y desde él, una mano desconocida se me extendía. Era la mano de Angie.

Angie es una mujer hermosa. Y su mano es cálida y segura. La conocí cuando trajo a casa mi primer tránsito, Tina  (hoy Pacha), una perrita abandonada en el parque de Maipú. Desde allí llegó Angie con la reciente mamá en brazos. Los contactos previos que habíamos tenido por internet apenas nos permitieron conocernos superficialmente, no mas que los datos que el Face daba de cada una a la otra. Pero creo no equivocarme cuando pienso que al estar frente a frente, nos comunicamos como si nos conociéramos mucho mas profundamente.

En mi caso, porque estaba por transitar un nuevo camino, y éste llegaba con la mano extendida de Angie . Y ya te dije, se trata de una mano cálida y segura. Será por eso que confié en ella desde el primer momento. Entonces fué cuando tomé su mano y dí un saltito hacia el nuevo camino que la traía. Y recorrerlo me ha hecho estar en lugares maravillosos del alma.

Con la responsabilidad que la define, Angie me puso en autos desde el primer momento. De qué se trataba todo esto del tránsito, las precauciones a tomar, el funcionamiento de este mundo caótico de las protectoras.   Y conté con ella en cada consulta o duda que tenía al respecto mientras los días pasaban con Tina en casa.

Cuando Miguel adoptó a Tina, Angie no tardó en llamar para saber como me sentía. Era esa mano protectora que no me soltaba ni ahí. ¡Y yo me sentía rara! ¡Ningún perro que entrara a mi casa se iba sin mi...! Y Angie me contuvo, me escuchó, me dió ánimos, me aconsejó.

Aunque tuviera en posteriores tránsitos a perritos que no eran rescatados por ella, siempre estuvo pendiente de mi bienestar. No me queda claro si era ella o yo, pero nuestras manos no se soltaban, ni se han soltado hasta el día de hoy. Y así seguimos caminando.

En el final de cada etapa de sus rescatados, la bonita Angie llega con un presente de agradecimiento a saludar y a charlar un ratito. Atenta, dulce,sonriente, agradecida...cuando la verdadera agradecida soy yo. A mi me encantan estas visitas, porque siento que cuento con ella incondicionalmente.

Cuando Osita tuvo que dejar mi casa, le compliqué la vida a Angie. La puse en un gran aprieto y la llené de ansiedad. Me sentí tan culpable, tan impotente. Que ni el pétalo de una flor la roce, pensé, y aquí estoy yo con mis ñañas, fallándole a mi querida amiga.

Ella fué franca siempre. Cuando estaba tan preocupada y cuando  las otras perritas lograron adaptarse a la nueva presencia de Osita. Ella y solo ella me trajo la tranquilidad que necesitaba con su generosa comprensión. Aunque involuntariamente yo le negué mi apoyo, su mano no me soltó.

Cuando regresé de Buenos Aires después de una semana de ausencia, pensé en Angie. Y ahí estaba el mensaje de la señorita, preguntando qué era de mi vida. Son esos pequeños eventos, pequeñísimos, pero que te dejan una bonita sensación dentro tuyo. Un vínculo como un lazo que por unos minutos se activa y se ilumina. Y te dibuja una sonrisa.


Angie es una protectora con todas las letras. De perfil mas que bajo, es una apasionada por sacar del abandono a cuanto pichicho y gatito se le cruce en el camino. Conoce sus límites y vive luchando contra ellos pero nunca al punto de poner en riesgo al propio rescate. Se maneja con responsabilidad y amor, una combinación casi te diría, condenada al éxito siempre.

Es una dama. Gentil, cálida, fuerte. Mira a los ojos cuando te habla. Sonríe con facilidad. Se emociona a cada rato. ¡Es linda linda!

El camino continúa sin pausa, me sigue asombrando y llenando de sentimientos intensos y maravillosos. Han pasado meses desde aquella primera vez, cuando decidí recorrerlo. Ya no hay manera que lo abandone. Lo transito feliz y tranquila, nada me perturba. Porque en este camino, no hay nada, pero nada, que la mano amorosa de Angie no pueda preveer.

No se puede ser mas afortunada.






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