jueves, 7 de febrero de 2013

Un Hachi en Maipú

Hachiko era un perrito japonés que solía aguardar en la estación ferroviaria de Shibuya la llegada de su dueño, un profesor de la Universidad de Tokio. Cuando el profesor falleció, Hachiko estuvo cada día del resto de su vida, esperando por las tardes en la estación. Diez años después de la muerte del profesor,en 1935, Hachiko también falleció. 

Su historia lo hizo célebre y en Japón erigieron una estatua en la estación que lo recuerda. Hachiko se convirtió también en un héroe de libros para niños en su pais. Se hicieron dos films de su historia. La remake de 2009 , "Hachi: A Dog's Story", estuvo protagonizada por Richard Gere y creo que muchos en todo el mundo la han visto.

Muy cerca de todos nosotros, precisamente en el Hospital de Maipú, los mendocinos tenemos nuestro propio Hachi. Hace unas semanas su dueño se internó y debió operarse. Allí llegaron los dos solitos. Uno entró al nosocomio, el otro se dispuso a esperar a la salida de la guardia del Hospital. Lamentablemente el dueño de este perrito (del que hasta el nombre ignoramos), falleció durante la operación. 

Nuestro Hachi Mendocino, no es un perro de raza como el Hachiko original ni un perro de película y peluqueria como el de Richard Gere. Éste es nuestro Hachi : Un mestizo.

Un mestizo cualunque como cada uno de los que vemos todos los santos días. Un perro más. Casi ignorable. Pero que nos está mandando un mensaje importante a todos los humanos, esos seres superiores de este mundo que en gran medida piensan que son animales descartables y molestos. Que se los puede abandonar sin culpa. Que son cosas. Que para "preservar la salud pública" se los debería sacrificar.

Nuestro Hachi local nos habla de amor. Nada mas que de eso. Sin adornos, sin vueltas. Nos dice que él ama. Y los que tenemos el privilegio de poderlo escuchar, los que no estamos SORDOS, confirmamos así, el alcance del amor. Nuestro Hachi rompe con la estúpida clasificación de ser superior atribuída al ser humano. Empezando con los sentimientos, que tan livianamente nos adjudicamos como únicos destinatarios.

El ama, y espera...

Mary, una protectora vocacional, lo descubrió y no sabe como explicarle lo que ha pasado. El Hachi de Maipú no entiende. Él espera. Deambula por los exteriores del hospital, se echa un rato, vuelve a deambular. No lleva apuro, no tiene nada mas que hacer como no sea esperar a su amigo, ese que se perdió en esa puerta ordenándole que lo espere afuera. Él es un leal absoluto. Por eso obedece. Y espera.

Ni Mary ni nadie van a convencerlo. Pero ella ha pensado en otra cosa para Hachi: un nuevo hogar. Sabe que a eso no se va a poder resistir. Y sabe también que si no lo logra, el Hachi de Maipú va a quedarse allí hasta que se lo lleve su propia muerte. Por eso empezó a difundir su historia y a pedir ayuda.

La noción de HOGAR es en los perritos casi tan fuerte como la del amor. Callejeros de nacimiento, abandonados de cachorros o de adultos, maltratados, espantados como si fueran detestables...todos tienen la noción de hogar de alguna manera, insertado en su ADN. Se incorporan con una facilidad increíble. Confían en la nueva familia como si toda la vida la hubieran conocido. Se esfuerzan por demostrar su lealtad y habilidades que arranquen la sonrisa del mas escéptico. Y por supuesto, no tardan casi nada en expresar su amor.

Por eso Mary pensó en ello. Tal vez como la única manera de salvarlo de una muerte segura. Y allí está ella : difundiendo su pedido de hogar. Con letras mayúsculas y signos de admiración, esperando que así llame la atención la historia de un  hombre solitario que a pesar de la muerte, sigue siendo esperado por su perro dulce, en la puerta de un hospital.

Hay innumerables Hachis en el mundo. Algunas de sus historias llegan a los medios de difusión y todos morimos de la ternura al saber de ellos y sus amorosas decisiones. La mayoría quedan en la vorágine de la vida cotidiana y pocos se enteran. Que el perrito de Córdoba, que el perrito de Japón, que el perrito de Estados Unidos...

Pero éste es nuestro Hachi...es el Hachi de Maipú. Es el Hachi de Mendoza. Es parte de nuestra realidad, hoy. Y está allí...en la puerta del Hospital. Yo quiero creer que no está esperando por su dueño, sino que está esperando por un nuevo hogar. Yo quiero creer que entre nosotros, hay un mendocino o mendocina que va a pensar: Ésta es la casa de Hachi, la mía.

Y que va a ocurrir rápido. Antes que cualquier ser humano "de ésos" decida que este mestizo simplote y con cara de nada, es una molestía para la salud pública. Y así, se lleve para siempre un preciado tesoro. Porque si el Hachi de Maipú "desaparece", todos los mendocinos vamos a quedarnos con un poquito menos de amor...

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