sábado, 23 de enero de 2016

Puentes Inesperados


Esta mañana me atrapan dos muchachas. Iba desde mi taller a la casa cuando ellas justo estaban tocando el timbre. Dos muchachas bonitas y sonrientes, con todo su material a cuestas. Eran dos Testigos de Jehová.

Como hacemos la mayoría de nosotros, me encaminé hacia la casa como quien está muy apurada y no tiene tiempo que perder. Me alejaba de la reja de la cochera desde donde me veían. Se las notaba plácidas, tranquilas y como siempre, con todo el tiempo del mundo.

Mis perras y Peluche, mi tránsito, empezaron a ladrar y claro está, empezó también mi batalla para acallarlos porque es en momentos asi que se que la mitad de mi barrio, me expulsaría sin darme otra oportunidad.

"Venimos a traerle un mensaje" dice una de ellas.
Sonrío con cortesía sincera, porque siempre me conmueve la gente que da su tiempo libre para algo de lo que no van obtener nada, porque eso es una forma de amor, y les respondo: "No me interesa". Dicho ésto empiezo a retroceder hacia la casa en señal de "estoy- recontra -apurada-con- miles-de- cosas -que- hacer- y- no- puedo- perder- tiempo"


Con los perros ya ladrando un poco menos, casi les estoy dando la espalda cuando una de ellas me pregunta: ¿Usted ayuda a perritos abandonados?


Y si. Me detuve. Me di vuelta. Me dije: Son apenas cuatro perros, nada del otro mundo, ¿por qué pensó eso?

Sí, ayudo. Los rescatan, los amparo en casa, y luego los damos en adopción.



"Qué linda forma de ayudar....yo también soy muy bichera. De hecho en mi barrio estamos desesperadas ayudando a dos perritos que han dejado abandonados en una casa vacía. Se fueron,señora, y los han dejado ahi."


A esta altura del partido, yo había vuelto sobre mis pasos, me había relajado totalmente, y mi apuro había quedado en el olvido. Creo que hasta los perros dejaron de ladrar. Y empezamos a conversar de nuestro tema en común. Entre las tres había aparecido un puente inesperado. Y justo en el medio, nos pusimos a hablar de perros y abandonos.

Yo soy agnóstica. Mis orígenes son como los de la mayoría, católica, aunque no me siento identificada con ninguna religión. Pero ocurrió que en medio de ese puente inesperado, ellas me dijeron que Dios algún día haría algo en este mundo y desaparecería para siempre el dolor de tantos animalitos. Y ocurrió que yo les respondí que cuando el hombre clamó a Dios y le dijo que Por qué tanto maltrato, que por qué no hacia nada, Dios le había respondido: Yo hice algo, yo te creé.

Y sonrieron. Y sonreí. Las tres estábamos hablando de Dios. Las tres estábamos hablando de perros sufrientes. Fueron unos minutos. Dos Testigos de Jehová y yo. Hablando de perros, nuestro inesperado puente.

No se fueron sin antes registrar debidamente mi página de Facebook y mi nombre para que se contactaran lo antes posible y ver de qué manera las iba a ayudar desde mi lugar para salvar a esos perritos. Se fueron como vinieron, sonrientes. Pero además agradecidas. Estaban angustiadas porque no sabían como ayudar. Y ahora sabían. Ahora tenían ayuda.

Este encuentro me hizo reflexionar. Yo percibí lo que había ocurrido y caí en la cuenta de la cantidad tan grande de puentes inesperados que aparecieron en mi vida desde que me dedico a proteger animales. Cuántos amigos nuevos y tan entrañables, cuantas personas que se dulcifican por el solo hecho de enterarse que soy hogar de tránsito, cuantas charlas inolvidables con personas que solo conozco por la red, cuantas caricias a la distancia.  Cuántos puentes inesperados.

Hace unos años me puse manos a la obra y embarqué a toda mi familia casi sin consultarles. Yo quería ayudar, y quería hacerlo a cambio de nada. Siempre pensé que la recompensa era el hogar, el hogar que tarde o temprano encontrábamos para el abandonado.

Ahora se que la Vida nos ve. Y nos provee.
Nos provee puentes inesperados.



No hay comentarios:

Publicar un comentario